Puebla.- La vida en Atzala, municipio de Puebla, nunca será igual. Sus habitantes tratan de borrar de sus pensamientos lo ocurrido hace un año pero es imposible, ahora tienen miedo que un nuevo terremoto, como el sucedido hace exactamente un año, donde perdieron la vida 12 personas, provoque otra tragedia.
No pueden olvidar porque los estragos del fenómeno natural están presentes de manera física, como una iglesia del siglo XVII casi destruida, muros de inmuebles con cuarteaduras y fachadas marcadas con una X en color rojo que recuerda que estructuralmente tuvieron daños.
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Los pobladores desarrollan su vida normal, viven con los recuerdos y los sentimientos de dolor y tristeza, pero a la vez agradecen estar con vida.
Sin embargo, para nadie puede pasar desapercibida esta fecha de 2017: un terremoto de 7.1 grados en escala de Richter ocurrido a las 13:14 horas arrebató la vida a 12 personas, entre ellas cuatro menores de edad, que celebraban un bautizo cuando la cúpula del templo de Santiago Apóstol se vino abajo.
HABITANTES TIENEN MIEDO
Miedo es la palabra que coinciden en expresar los entrevistados por El Sol de Puebla en el recorrido realizado al municipio de Atzala.
Herreros trabajan en la colocación de varillas que van a sujetar lonas a los lados en la pequeña capilla construida en el patio de la antigua iglesia que sirve ahora para celebrar misas. Curiosamente está ubicada donde fueron colocados los cadáveres rescatados de los escombros.
Metros más adelante, albañiles construyen la biblioteca pública y el comité ejidal, ambos inmuebles fueron afectados por el sismo, al igual que la casa de la cultura que estaría lista para inaugurarse antes del 19 de septiembre.
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A TODOS LES CAMBIÓ LA VIDA
Micaela Cázares, quien vive justo enfrente de la iglesia afectada, dice que trata de llevar la vida normal pero acepta que existe temor que vaya a presentarse un nuevo temblor y se reviva un capítulo similar al del 19 de septiembre de 2017. Don Gabino de la Cruz Ramírez tuvo que vivir, junto con su hermana casi seis meses en un cuarto improvisado luego que sus dos habitaciones de abobe y techos de asbesto resultaran fracturados.
Agradece estar con vida a sus 80 años de edad y espera no se vuelva a presentar un nuevo sismo. A partir de abril de este 2018 ya habita su nuevo hogar pero debió invertir recursos propios luego que el gobierno le “recortara” más de 40 mil pesos de ayuda a la reconstrucción, al negarse a aceptar el modelo de vivienda propuesto. José Flores señala que vive con un dolor profundo en el alma al perder a su mamá, un par de cuñadas y dos sobrinas. El trabajo lo ayuda a olvidar la tragedia pero vienen los recuerdos.
Extraña demasiado a su mamá Eudelia Zárate, pero reconoce que el destino quiso que dejara este mundo y no queda más que aceptarlo. Ahora la tristeza forma parte de su compañía permanente.