Santa Cruz Xoxocotlán, Oax. Entre flores, velas, el aroma de copal y cempasúchil, las familias de este municipio zapoteca cumplieron con el ritual místico, como lo hicieron sus antepasados, de velar a sus difuntos, rendirles culto y de convivir aunque sea por algunas horas con la muerte.
Los tres panteones que existen en el casco de esta comunidad de la región de los Valles Centrales, que forma parte de la zona metropolitana de Oaxaca, se iluminaron la última tarde de octubre en cuanto llegó la puesta del Sol. Los lugareños se preparan para acompañar en sus tumbas toda la noche a las almas de sus muertos, según la costumbre de los pueblos zapotecos.
A no más de dos kilómetros de distancia, desde lo más alto de los cerros el Gallo y Bonete, el imponente Monte Albán, capital de los zapotecas y una de las ciudades más importantes de Mesoamérica, fue testigo de una noche de misticismo donde se conjugó lo prehispánico con la religión católica.
Con la mirada fija en el horizonte, doña Jovita Velasco, de 67 años, vela, en una de las tumbas del panteón San Sebastián, el más antiguo de Xoxo, ubicado en el corazón del pueblo, a su abuelita Josefa Romero, a una de sus hermanas y a dos pequeñas.
Dice Jovita que sus hijos se fueron al otro panteón a velar a sus otros difuntos. En este camposanto desde hace varios años ya no se permiten inhumaciones, es en este lugar donde se encuentran los ancestros de los que hoy habitan el municipio.
En Santa Cruz Xoxocotlán, que en náhuatl significa “Junto a los frutos muy ácidos o agridulces”, los nativos empiezan a arreglar sus altares desde el 30 de octubre, porque la creencia es que las almas de los angelitos llegan a las tres de la tarde del 31 de octubre, para recibirlos repican las campanas de la iglesia y truenan cohetones.
Las almas de los niños se van el día 1 de noviembre y a las tres de la tarde llegan los adultos, quienes parten el 2 de noviembre entre cohetes, repicar de campanas y música.
En el panteón San Sebastián se respira un ambiente de nostalgia, tal vez hasta de tristeza, a la entrada una banda toca música de duelo, a lo lejos se escuchan cantos religiosos, que dan un toque de mayor solemnidad a la noche de velación.
En lo que queda de la vieja estructura del templo del pueblo, un grupo de jóvenes rezan el rosario de la Aurora, que en esta ocasión lo dedican a las almas que vagan sin rumbo y a dos sacerdotes que se encuentran sepultados en este lugar.
Este rosario tiene una duración de tres horas y se reza todos los domingos del mes de octubre a las tres de la mañana en el templo de Santa Cruz Xoxocotlán, en honor a la Virgen del Rosario.
Don Miguel, uno de los representantes del grupo cuenta que los jóvenes rezadores sirvieron como apóstoles durante las festividades de la Semana Santa y durante un año tienen el compromiso de servir cuando hay algún difunto en la comunidad.
Las calles del centro de Xoxocotlán se inundaron de turistas y de puestos de vendimia. Hay visitantes coreanos, japoneses, estadounidenses, europeos que llegaron para vivir esta experiencia inolvidable.
El presidente municipal, Inocente Castellanos Alejos, se quedó corto en su pronóstico de que esta noche llegarían entre 15 o 16 mil turistas. La realidad lo superó por mucho.
Un largo tapete de arena con imágenes de calaveras conduce hacia el panteón Mitlancihuátl, segundo camposanto en importancia, donde el ambiente es más festivo.
Las familias reunidas en torno a las tumbas cantan, toman mezcal o cerveza y cenan. El ambiente es de fiesta, los sepulcros lucen con modernos arreglos que atraen la atención de propios y extraños.
El reencuentro entre los vivos y las almas de los muertos se da en un marco de gran alegría. Es una noche especial, una noche mágica, donde la velada de los Fieles Difuntos congrega a miles de personas, lo mismo a turistas que a familias nativas.
La muerte: la separación de lo físico de la existencia
El doctor en Antropología e investigador del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, Robert Markens dice a El Sol de México que la muerte es la separación del ser físico, es cuando se separa lo físico de nuestra existencia.
“El cuerpo muere y empieza a desintegrarse, pero estamos conscientes que hay una parte más que anima el ser humano que podemos llamar el espíritu, la chispa que nos anima, eso que es eterno, sobrevive a la muerte del cuerpo, entonces la muerte realmente es una muerte del cuerpo biológico”.
Desde su percepción cada cultura tiene su idea de lo que pasa con el espíritu, atípicamente entre las sociedades de Mesoamérica el alma está siempre presente en la casa, por eso en el caso de los zapotecos hacían ritos y veneraciones seguidamente en los hogares.
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En el municipio zapoteco de Santa Cruz Xoxocotlán, la festividad del Día de Muertos es más que un culto o un tributo a los que se fueron, a los que se adelantaron en el viaje sin retorno, es una fiesta.